La Sinfónica no se jubila
Es la hermana pobre de la Filarmónica, pero la orquesta más antigua de Málaga cumple 65 años en plena forma
17.10.2010 - REGINA SOTORRÍO.MÁLAGA.DIARIO SUR
Imaginen la Málaga de 1945. El 6 de noviembre de ese año, los titulares del periódico SUR informaban de que Rodolfo Hess sería juzgado «como los demás personajes nazis», el ministro de Gobernación inauguraba «un sanatorio antituberculoso en Guadalajara» y una fotografía mostraba a una «bella muchacha norteamericana con una nueva radio de bolsillo» que costaba 300 pesetas. Una ciudad, y un país, en plena posguerra que se movía entre las heridas del pasado y los innovadores avances de la tecnología. En ese ambiente y ese día, personalidades del mundo de la cultura malagueña se citaban para dar forma a una pionera iniciativa: fundar la primera Orquesta Sinfónica de la ciudad. Allí pusieron su firma, entre otros, Juan Temboury, Salvador Rueda y Pedro Gutiérrez Lapuente, quien sería el primer director de la formación.
Sesenta y cinco años después, la Orquesta Sinfónica Provincial de Málaga no se jubila. «Sobrevive», dicen. Y es que han sido seis décadas en las que la agrupación ha atravesado momentos de esplendor en sus inicios, cuando era un referente cultural; épocas de incertidumbre tras el nacimiento de la Filarmónica de Málaga (OFM), y años de reconversión hasta llegar a lo que es hoy... una orquesta «joven y, en ocasiones, transgresora», explica su actual director titular, Francisco de Gálvez.
Quienes pertenecen y han pertenecido a ella hablan de «sacrificios», «esfuerzos» y una dedicación «casi por amor al arte». «Es la hermana -o más bien la abuela- pobre de la Filarmónica», coinciden muchos. La decisión adoptada por el entonces alcalde Pedro Aparicio, con el apoyo de la Junta, de impulsar una orquesta profesional y con dedicación exclusiva de sus músicos cuajó en 1991 con el estreno de la Ciudad de Málaga -hoy OFM- y supuso el desplazamiento a segunda fila de la histórica Sinfónica. Solo la Diputación mantuvo su respaldo, que continúa hoy. Pero las diferencias, en cuestión de números, son notables: el presupuesto de la temporada de 2010-2011 de la Filarmónica asciende a los seis millones de euros; mientras que la Sinfónica ha contado para este año con 180.000 euros.
Larga historia
Es muy modesta en recursos, pero en historia no le gana nadie. Gran parte de ella se recoge en las 503 páginas escritas por Joaquín Claudio Kraus en 'La Orquesta Sinfónica de Málaga. Memoria de los primeros 50 años', un completo libro ilustrado con más de 200 fotografías que ha recopilado durante décadas. En esas hojas, repasa la trayectoria de la formación, sus anécdotas, sus grandes conciertos (acompañados de las críticas periodísticas del momento), incluye felicitaciones de personalidades de la cultura y, sobre todo, rinde homenaje a aquellos primeros músicos malagueños «que se reunieron, sacrificando sus descansos laborales, para hacer música y luchar, casi sin apoyos, con escasos medios económicos, para consolidar una Orquesta Sinfónica para Málaga».
Él era uno de ellos. Violonchelista de la orquesta desde 1947 hasta hace una década, Joaquín Claudio se ganaba el sueldo como ATS. «Todos teníamos una segunda profesión, porque de la música no se podía vivir», recuerda. De hecho, el que fuera subdirector, Luis Sánchez, compositor y pianista, ejercía además como médico forense. Había maestros, oficinistas, técnicos de Renfe, de la compañía eléctrica, funcionarios... Pero a las cuatro de la tarde, unas tres veces en semana, dejaban de serlo para transformarse en pianistas, violinistas, trompetistas...
Hoy la realidad es bien distinta y todos sus integrantes viven de la música, ya sea como profesores de Conservatorio o miembros de otras bandas, y otros muchos son aún estudiantes a punto de terminar el grado superior para quien la Sinfónica se convierte en su mejor plataforma. «Es una orquesta profesional a tiempo parcial», aclara De Gálvez.
Los pioneros
Pero hasta llegar ahí se ha recorrido un largo camino. Todo se fraguó en el antiguo Conservatorio María Cristina tras la llegada a Málaga de un nuevo profesor de Solfeo, Pedro Gutiérrez Lapuente. «Venía de Madrid, acostumbrado a acudir allí a muchos conciertos. Al ver que aquí no había una orquesta estable, se le ocurrió crear una», cuenta Claudio. Reunió a músicos de cuerda de la provincia y a los de viento de la banda municipal y de la banda militar. El resultado: 38 hombres y dos mujeres que ofrecieron su primer concierto ante el público en 1946.
En aquellos primeros años, la formación revolucionó el panorama cultural de la ciudad. Claudio recuerda la expectación que generó el recital que dirigió el entonces niño prodigio Pierino Gamba en 1952, a sus 16 años. El Cervantes se quedaba pequeño y tuvieron que «improvisar un escenario sobre las primeras butacas del antiguo Málaga Cinema, de la plaza Uncibay». Lo montaron en la madrugada de un domingo, esa mañana se celebró el concierto y a las tres tuvo que ser desmontado para que comenzara la sesión de cine de la tarde. El aforo se llenó, «pero no se calcularon bien los gastos»... y la joven batuta cobraba un elevado caché. «Al final tuvimos que sacar dinero de nuestros bolsillos», cuenta el autor de 'Memoria de los primeros 50 años'. De aquella época también quedó señalado en el calendario el 'Concierto de Aranjuez' que interpretó la orquesta en 1955 con el guitarrista Francisco González y en presencia del autor de la obra, el compositor español Joaquín Rodrigo.
La Sinfónica fue adquiriendo reputación y en los 60 se convirtió en la más contratada por el Ministerio de Información y Turismo para actuar en festivales de zarzuelas, óperas y ballets de toda España. «Los directores de esas compañías pasaban informes alabando la facilidad de lectura que tenía la orquesta. Con un sólo ensayo, montábamos una ópera», señala Claudio. Y es que muchos de los instrumentistas procedían del cine mudo, donde por la mañana se visionaba la película que esa tarde iba a ser acompañada por la música.
Pero las cosas nunca fueron fáciles. «Siempre estaba muy mal de dinero», lamenta Claudio. En su libro cuenta cómo decidieron repartir participaciones de la lotería de Navidad en 1963 ante la falta de presupuesto para el año que entraba. «No tocó nada, pero gracias a las plusvalías pudimos comenzar la temporada», rememora el violonchelista. «A pesar de las vicisitudes y los problemas económicos, nos gustaba lo que hacíamos, los pasábamos bien y había un gran compañerismo entre los músicos», apunta Francisco Vallejo, flauta de la Sinfónica durante 20 años y hoy director de la Banda Municipal de Música. «Se hacían muchos sacrificios y se cobraba muy poco, pero gracias a eso se creó un semillero de músicos en Málaga», añade Manuel Aragú, miembro de la Sinfónica desde 1956 hasta los 80 y actual subdirector de la Banda Juvenil Miraflores-Gibraljaire.
Grandes acontecimientos
En los grandes acontecimientos de la ciudad, «siempre estuvo la Sinfónica». No faltó a la inauguración de las Cuevas de Nerja en 1960. «Fue grandioso, impresionante, con un acústica natural que es una maravilla», recuerda Aragú. También estuvo la agrupación en la reapertura del Teatro Cervantes en 1987, que se convertiría por un breve periodo de tiempo en sede para sus conciertos. «Fue un día emocionante, con mucha alegría por poder tocar delante de la Reina. Había mucha seguridad, ¡tenías que moverte siempre con el carné en la mano!», rememora Vallejo.
Fueron «tiempos buenos y gloriosos» con la batuta en manos de grandes maestros como Perfecto Artola Prats (1965-1977), Pedro Gutiérrez Lapuente (primer director, que regresó para las temporadas entre 1977 y 1980) y Octav Calleya (1980 y 1990). «Nadie ha hecho nunca lo que hice yo en 10 años en cuestión de repertorio», resalta el maestro rumano. Preparaba temporadas «completas y estables» en las que el 60% de las piezas eran «novedades que no se habían tocado antes en Málaga».
Varios hitos marcaron su década como titular: el éxito de la primera audición de 'Carmina Burana', la «euforia inmensa» de los músicos cuando interpretaron 'Cuadros de una exposición', de Ravel -«creían que no iban a ser capaces»-, el «acto heroico» del XXX Festival de las Cuevas de Nerja cuando en cuatro sesiones tocaron las nueve sinfonías de Beethoven y la programación de óperas en conciertos. «La participación humana era lo más valioso, porque tenían el mérito de hacer sus trabajos por la mañana y dedicarse a la orquesta por la tarde», alaba Calleya, que recuerda esa época como una de las «más fructíferas» con una «extraordinaria respuesta del público».
Sin embargo, esos años de esplendor se truncaron en 1991, cuando se crea la Orquesta Ciudad de Málaga, hoy Filarmónica. Los apoyos institucionales -de la Junta y el Ayuntamiento- se centran en esa nueva agrupación cien por cien profesional, con músicos buscados en diferentes rincones del mundo. A los de la Sinfónica se les da la oportunidad de ingresar directamente sin examen en la Ciudad de Málaga, pero con dos condiciones: exclusividad y que a los dos años pasaran una prueba para demostrar que estaban al nivel de los demás profesores. Pero pocos aceptan, ya tenían un trabajo fijo y no querían arriesgarse.
Una época difícil
Muchos consideraban que la Sinfónica ya había cumplido su papel y optaban por su disolución, pero sus miembros apostaron por continuar, regresaron a la sede del Conservatorio Superior y se aferraron al único respaldo institucional que conservaban, el de la Diputación Provincial. «Nos quedamos sin padre y sin madre, y nuestro presidente entonces, Alberto Cuevas, se convirtió en nuestro mecenas», recuerda el actual presidente de la Sinfónica, José Antonio López Ortega. Él, a principios de los 90, se comprometió con la siguiente máxima: «concierto dado, concierto pagado». Adelantaba el dinero, y cuando llegaba la subvención de la Diputación, se resarcía de lo que había prestado. «Llegó a adelantar 14 millones de pesetas a la orquesta», resalta López Ortega. Al fallecer en 2002, la formación volvía a estar contra las cuerdas... La única solución fue firmar una póliza con una caja de ahorros, «porque de lo contrario, la orquesta hubiera desaparecido», explica el presidente. Este sistema se mantiene hasta hoy.
En esos años complicados cogió la batuta Salvador de Alva (entre 1991 y 1994), también fundador y presidente, y diferentes directores invitados se pusieron al frente de la agrupación. Desde 1999 hasta hoy lleva las riendas musicales de la orquesta Francisco de Gálvez. «Lo sorprendente de esta orquesta es que haya sobrevivido a todo esto y, además, que suene bien. Se hace un trabajo duro, hay una buena cantera y mucha afición», apunta De Gálvez.
Hoy la Sinfónica es una orquesta «rejuvenecida», con una media de 60 profesionales que dan al año entre quince y veinte conciertos por toda la provincia y en el nuevo Auditorio de la Diputación (calle Pacífico). «Nos gusta ir a los pueblos, nos acogen con mucho entusiasmo», dice De Gálvez. «Hacemos una labor social importante por divulgar la música por todos los rincones, llevándola a sitios donde otras orquestas no llegan», añade su presidente. La agrupación puede presumir de modernidad y de saber adaptarse a los tiempos: lo mismo interpreta una pieza de Mozart o Beethoven, que acompaña a Vicente Amigo, Antonio Orozco, Clara Montes, Javier Ojeda... Parece que cumplir años le sienta bien.
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