El cauce político de Málaga.
Teodoro León Gross. Diario Sur.
El Guadalmedina es, con seguridad, una oportunidad histórica de trasformar Málaga; y probablemente una oportunidad única. El puerto es clave para redefinir la fachada litoral de la ciudad recuperando la centralidad del ‘muelle de la historia’, o el bulevar sobre el ferrocarril soterrado para coser una ciudad mal pespunteada en los viejos arrabales donde no siempre se exigían los atributos mínimos de lo urbano; pero el Guadalmedina representa la oportunidad de cambiar el paisaje de la ciudad fracturada por la historia, apenas corregida con un sistema de puentes por cierto deleznables, vertebrándola con calidad de vida. Es, con toda seguridad, una oportunidad histórica. Y ante ese desafío, los dirigentes políticos han demostrado su altura personal sacando a relucir lo mejor de su mediocridad. Al menos no tratan de engañar a nadie mostrándose como líderes a los que confiarles el futuro. Van a lo que van.
Sin dar siquiera margen para someter el dictamen técnico a un análisis riguroso y sereno (¿qué obras complementarias previas requiere el embovedamiento? ¿presupuesto? ¿posibilidades de consenso? ¿garantías de seguridad ante las advertencias de especialistas como el profesor Ruiz Sinoga? ¿hay soluciones duales con un parque fluvial?) han preferido actuar como si no hubiera matices en el informe, lanzándose a dar consignas: el alcalde pretendiendo apropiarse del embovedamiento como proyecto propio, y su rival replicándole con un debate demagógico en forma de ‘verde vs cemento’. Las premisas de ambos son falsas: ni el informe insta al embovedamiento ni el embovedamiento excluye un bulevar verde. El debate así es una estafa. Pero esto seguramente es lo que menos les preocupa.
En lugar de esperar a la cita en la Fundación Ciedes para conducir el debate con solvencia, han preferido lanzarse al marketing electoral vendiendo merchandising ideológico para tomar posiciones de trinchera. No miran al futuro, miran a las municipales de mayo. Y lo hacen despreciando la lección de las grandes ciudades: el éxito de los proyectos empieza por no pelearlos en público encabronando a los ciudadanos, sino por consensuarlos discretamente hasta ofrecer fumata blanca a la sociedad. En Málaga no. Desde hace años todo se dirime en clave de bronca partidista, utilizando a los ciudadanos como correa de transmisión: ‘si da votos, es un éxito, aunque el proyecto se joda’. Tras el informe, el próximo capítulo para el Guadalmedina sólo podía ser, como estaba previsto, un ambicioso concurso de ideas sin encorsetamientos. Pero los líderes políticos, en lugar del gran concurso internacional de ideas, han preferido la pequeña tómbola local de eslóganes. Esto es lo que hay.
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